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lunes, 11 de junio de 2012

Romance-Larghetto de Chopin

Estoy triste. Enferma y triste. Hoy escuché las más finas historias del desencanto en un lugar alejado del ojo del dios cristiano que volteó su espalda y dejó a estas niñas a su suerte, a la suerte de los hombres-orangutanes que se van comiendo uno a uno sus ojitos de princesa, su boca de rielera y sus entrañas de Amazonas. Una guardia las asusta con historias de mujeres en verdad malas -ellas han recibido la patada de la sociedad, ellas hicieron lo que hicieron porque en verdad a ese espacio las mandaron vivir. Ellas son más santas que los criminales que se han robado los trece mil pesos que ahora adeudan, sin saberlo pero también sin comerlo, sus familias. Ellas no robaron, exigieron de manera inadecuada su parcela de sueño en este mundo-: la mató con sesenta cuchilladas, le gustaba jugar con sangre, les dice la mujer que pone canciones tribales en su celular mientras las niñas tejen un cuento que se parece más a sus vidas. Cállate o te mando a la teniente canina, la que tiene más fueros y come mejor que las tres, la que rasguñó a una de mis niñas nada más porque no tuvo a bien tratarla como a su superior. Estamos en la India. Mis niñas son parias de tercera categoría y creen que no tienen derecho a reír otra vez ni a soñar. La una, se van a comer una historia de asado y frijoles, una fotografía o un comercial. Y así se les habrá acabado otro día.

En el camión lo mismo, más jóvenes alabando la inercia con sus camisas refulgentes de incertidumbre. Cansados, a su manera, de la cárcel que los rodea (tanto auto para qué, tanta escuela para qué, tantas lecciones para qué, tantos preservativos para qué, tanta ruta desde sus casas hasta el sistema, para qué). Me siento culpable por algo que no hice. 

Cuando fui joven, además de hermosa, tuve un sueño y lo enterré de nubes. Creía en la justicia hasta que un día ella me mordió y fui a dar a un cuarto violeta (el mío) donde dormí mil días con mil noches. Dije que no más a las ficciones jurídicas y me dediqué a vivir de las ficciones literarias. Son más hermosas, me han traído más alegrías y han evitado el desprendimiento anticipado de mi carne de este mundo. Pero es ahora, cuando regresé el rostro a aquello que dejé estancado, que me pregunto si la injusticia también habrá sido el evadir la justicia, olvidándola, dejando que estas personas cayeran donde ahora están. 

No more, pas plus, no más: mañana me imaginaré dentro de un cuarto blanco y sin paredes. Del punto de fuga de mi cuadro saldrá una mancha roja. Me pararé sobre ella hasta que me vista por completo. Y pondré de nuevo esta pieza mientras me voy yendo de todo y vuelvo otra vez al mundo. ¡Chopin, y a otra galaxia!



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