Sucumbí al Facebook:

sábado, 5 de octubre de 2013

Descubrí una librería de viejo por la calle donde está el consultorio de mi dentista y no tuve otra opción que cruzarme y adquirir cinco mil millones de ácaros en Balzac y Boccaccio (llegué nada más hasta la letra B entre los anaqueles). 

Si he de ser de nuevo polvo, al menos que sea el proveniente de los libros que se van diluyendo. Es triste saber que las obras de la literatura se van y en su lugar quedan archipiélagos que amenazan, tal y como lo predijo Cortázar, en enteros países de celulosa. Lo más triste es que tanto papel y todas sus letras hablan de un país llamado burocracia, y sus pleitos son tan interminables que por eso, estoy segura, nadie lee ya en estos tiempos a Marcel Proust. 


No hay comentarios: