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jueves, 25 de junio de 2009

Enanos y Gigantes

Es junio y es veintitantos. Los mismos adolescentes incendiados por la primavera juegan a "Enanos y Gigantes" al son de los dedos del prefecto. Los hay de todos tipos, todos tan diferentes entre ellos y al mismo tiempo tan parecidos: creen haber inventado el nuevo look de la época. Se decepcionarán cuando encuentren en el google algunos verdaderos vestigios.

Pero mientras eso pasa, los balones de basquet se quedan solitos, parados, arrumbados. Las uñas de acrílico son reportadas a una reina saliente de la restricción. Saliente porque sale de quienes ensayan la entrada a lo que será su última congregación, en ese hormiguero escolar de 1200 (tal vez más) alumnos.

Es la primera prueba de fuego contra el olvido que tanto amamos fomentar los humanos: acá, psst, no hay bronca, total, ni se van a dar cuenta. Empiezas con R y yo con C y qué le hace... Bueno, ahorita nos vemos, mugre prefecto, me puso al lado de este wey. Soy una isla. No hay indicios de bolis en verano reventados en las camisetas blancas que mamá lava a mano partida. No hay trabajos de dibujo técnico hechos al vapor por estar cantando las de los Hombres G y los Caifanes. No hay cólicos premenstruales coincidentes con la vieja gritona de mecanografía I. No hay apodos, no hay peleas, no hay elotes desgranados ni conchitas preparadas.

No está la pastorela ni el profe de la Peña. Tan sólo unas ganas de ir a nadar. Sí, a la tarde te llamo, a lo mejor vamos a El Molino...

A veces Dios es un haragán: la misma foto de hace once años, algo borrosa por la transición de Pokemon a Spiderman y no sé qué más. Pero todo es igual. Nadie se reirá del espantoso coro que canta horriblemente Let it Be en español. Ni siquiera hay coro ya.

Pero estoy segura que hay una cabeza enmedio del patio que está segura de que tan pronto termine el ensayo de graduación de la secu, todo será igual.

Y hasta me parece que se ríe igual que yo. Hay una puerta a la ironía, que debería traspasar... No seré yo quien la invite a hacerlo.

Seguí caminando. La Berrueto sigue siendo la misma. Me da gusto: aunque perdiera mi foto, mil veces puedo ir a recuperarla mientras exista el prefecto Balandrán y la disposición de las filas de los alumnos por ideas de la Mafafa (algún día recordaré su nombre, lo juro).

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