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domingo, 3 de mayo de 2009

Prometes y prometes...

Prometí no hacer nada en este domingo de punto en el espacio. "'Ora sí, que se frieguen todos porque hoy no me muevo para nada"... Pero soy como los políticos mala onda (¿debí dejar nada más hasta la palabra político?... nah), nomás me lo prometí y luego no me cumplí náa.

Intento recordar cuándo nació el gen de mi hiperactividad -que de vez en cuando recupero con 14 horas de sueño seguiditas, como el martes pasado-, pero creo que desde que me concibieron yo ya era así. Mi jefa me cuenta que ella creía que seríamos gemelos, pero nada más era yo, que daba patadas chilenas en su panza.

En la foto de la graduación de primaria de Mikarnal, estoy saliéndome de los brazos de mi apá, un bodoque incontrolable con vestido rosa tenue y el pelo a la punk porque sólamente me salía a la mitad del cráneo... Me caí del andador por darme vuelito y no tener cerco alguno, desde que me acuerdo lo más temprano que me he dormido son las once y media de la noche y rara vez hago siesta.

Lo peor del caso es que en estos días ya parezco un trompo en mi casa: no me animo a salir a caminar por las calles, me aburre ir ya a la plaza irreal de tantas veces que he ido y aparte no tiene mucho caso porque no hay cines abiertos. Los cafés son un martirio, uno se siente como rata de laboratorio: todo tan higiénico, ya nomás les falta que me pidan que me ponga un casco para tomarme mi frapé. Salir a caminar, ni soñarlo: el viernes tuve la dichosa idea de ir a mi amado centro y regresé hiperdepre. No era una plaza de armas, era una maqueta de utilería de un canal muy poderoso de tv abierta. No entiendo adónde se fue mi gente, esos eran maniquís, esos eran androides, esos eran zombies, esos eran víctimas de un aparato de control masivo, muy a la usanza de 1984 (el Gran Hermano te saluda). Por lo tanto, no pienso volver a salir hasta que no se les pase a todos esta tontera de que estamos en decena (cuarentena no, porque nomás fueron diez días) y la gente tenga un poquito de esperanza en que el mundo no se les va a acabar... Ojalá.

Es tres de mayo y allá afuera en años anteriories olía a talavera y a soles. Hoy todo resuena porque está como hueco. La gente se comporta muy rara, nos han quitado la posibilidad del abrazo fraterno. Yo intento creer en el principio tibetano de que nada es para siempre. Pero ah, cómo chingados se tarda en cambiar el escenario, caray. El paso del 3 al 6 se está dando leeento, leeento, como cuando quieres que se acabe un año muy malo para que empiece el nuevo...

Afortunadamente, hoy sí me regresaron las ganas de leer. Les dije que mi rebeldía hacia la lectura nomás es una calentadita y ya. ¡Letras, ahí les va su peor pesadilla!

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