Sucumbí al Facebook:

viernes, 14 de agosto de 2009

La Obra Abierta es un contrasientido (Eduardo Milán IV)

"Porque la obra es como una cura: debe estar cerrada".
-Eduardo Milán

Día cuatro: Otra vez llegué temprano. Otra vez en primera fila. Traía un vil sandwich y una papaya (bueno, como cien gramos de papaya) y nada de palomitas. Mis palomitas eran mis ganas de ver al maestro Milán otra vez, a ver qué gestos hacía en este cuarto día de aguante a cercenados saltillenses (ups!).

Retomó el tema de ayer, la crisis del léxico. "La poesía de los sesentas y setentas está llena de palabras como 'compañerismo' y 'solidaridad'. ¿Qué vamos a hacer con toda esa producción? ¿Tirarla, olvidarla, rayonearla -como lo hacen ahora ciertos escritores que al exponer las tachaduras nos señalan que un término no sirve más o está dentro de un estado de interdicción, y que además nos dan cuenta de que algo ya no lo es más?". De ahí surgió otra pregunta: "¿El presente es indiferente a qué si no sabemos de lo que está hablando, esto es, si no se sabe lo que es el pasado?".

Entonces Milán nos metió a la máquina que estudia al tiempo. Nos hizo retroceder para ver nuestra desgracia actual, la inmisericordia de no sé qué mentecilla maquiavélica de observarnos con este cuento de la eternidad y todo lo que tiene que ver con el tiempo. "Si un pasado se cierra antes de terminar, habrá una amputación del tiempo". De ahí que la importancia de la temporalidad dentro de la obra le dé el status que ésta tendrá el resto de su vida aquí en la Tierra: si bien Foucaud dijo que Obra es aquello opuesto a la locura, Milán complementa esta tesis diciendo que además "una obra abierta es un contrasentido: lo cerrado de la obra es lo que le da precisamente el carácter de obra; si una obra no se cierra, las cosas se escapan, fluyen hacia donde no deben ir".

Entonces el tiempo se paró y dejó que lo desnudáramos, que le hiciéramos una endoscopía para entender por qué la poesía mexicana anda como desvariando, por qué el tiempo nos alcanza y nos impide retornar al lugar donde perdimos ciertos elementos necesarios para convertirnos en autocríticos, pensadores y constructores de nuevos modelos y estilos poéticos.

Por ejemplo, habló de los homenajes: "Lo que más te quita vida es un monumento". Hablamos de la vida de la obra, de tu obra, no de tu persona: ya sabemos que te vas a morir igual que el resto de los humanos. Platicó de los poetas oficiales que han sido homenajeados por llegar a equis edad: "uno ya no sabe si le están haciendo el homenaje por toda la obra que ha logrado acumular en tanto tiempo de vida, o simplemente porque llegó a los setenta años (y encima sigue siendo poeta) (risas mías de ironía como en defensa de lo que duele saber que esto es así). La cultura mexicana para Milán -y para mí también- es una cultura del homenaje: hay acarreados a los homenajes sin saber por qué están ahí. El maestro se preguntó si esto realmente era efectivo, porque de alguna manera inciden en esa rara filosofía que tenemos los mexicanos respecto de lo que creemos es la cultura. Y resulta que para nosotros -todos- la cultura debe ser algo eternizante, algo que nunca muera. De ahí que los homenajes eternicen a equis o ye escritor, a su obra, qué sé yo.

Y coincido con el maestro en que el hecho de que existan homenajes no es el problema en sí, sino que más bien va acotando (y agotando) la capacidad del crítico literario y del lector en general para llegar a una reflexión de lo que mira, e incluso de ser generador de una autorreflexión.

Criticó también al New Age: "el New Age no sirve. No es verdad eso que dicen de que 'todo depende cómo lo veas. No. Yo no veo veinte millones de muertos por hambre. Lo sé. Como sé que las cosas no van a cambiar nomás así porque sí: la barbarie genera más barbarie, es mentira eso de que las cosas puedan cambiar de un momento a otro. Por eso no debería de dársele ese lugar -tan deleznable, diría una servidora- a la literatura como una válvula de escape. La literatura no está ahí para que te evadas".

Luego no recuerdo -o no supe, a saber- cómo llegamos al punto de los libros que son publicados y luego arrumbados en las bodegas. Es como si el sistema impuesto por el Estado (habría que destacar que el maestro Milán comenta que México es el único país en donde la poesía sigue estando a las órdenes de lo políticamente correcto y que es curiosa para los extranjeros esa figura del poeta-creador ligado o supeditado a lo que dicte el mismo Estado) tratara de sabotear todo intento de manifestación intelectual y literaria (además) y prefiriera editar a cuanta gente extraña se le ponga enfrente y después llevarlos a un cuarto oscuro y seco que funciona como bodega. Esos libros entonces jamás -probablemente, claro- verán la luz. "Y yo me pregunto: ¿editar será una forma de desaparecer?". Y un silencio nos acaparó durante varios minutos.

Por último (bueno, de lo que más me impactó, claro: si les pongo toda la clase me saldría un texto estilo pergamino), nos habló de lo "Nuevo" y el criterio de novedad en un poema. Dijo que había que remitirse a dos momentos completamente distinguibles entre sí y que son los que permiten la existencia de la novedad. El primero, cuando los temas son de carácter trascendente, y el segundo, que lo nuevo es un concepto, no una cosa. Habría entonces qué cambiar las letras del diptongo "nuevo" por "bueno", pero sin llegar a la confusión que implican la categorización y lo que es propiamente el ser: las obras de arte pertenecen al orden del devenir, no del ser. Y si la gente está pensando lo contrario, ahora sabemos por qué las cosas van mal: como bien lo dijo el maestro Milán, el problema no será entonces de una falta de autoridad moral en los poetas -y en los artistas en general- sino más bien una crisis de conciencia, la cual genera a su vez un problema de nivel que está vinculado estrechamente con la falta de un entrenamiento en la reflexión.

Hoy le sentí algo disperso, inquieto, cansado. Será que extraña desde siempre su país y al hablar de las injusticias que marcan nuestra indolencia mexicana, invariablemente regresa su pelo negro (que ahora es completamente blanco) a la tierra de donde salió para echar raíces aquí. Yo pudiera decir que lo siento más mexicano que cualquier holgazán que no ha ayudado mucho a la revaloración de la literatura (y no me refiero a que diga que equis o ye están más bonitas que, sino a la atribución de nuevos valores que la empujen a hacer algún cambio o propuesta positivos). Incluso siento mío hasta su acento. Pero cuando le veo despotricar contra la falta de conocimiento actual recuerdo que es de Uruguay y que ni en sueños mi gente o yo le daríamos permiso de que volviera: total, si un mexicano no tiene las agallas de ponernos el dedo en la llaga, entonces que lo haga él, o dios, o un extraterrestre. O los tres en el mismo señor: Milán.

Mañana es mi última sesión. Creo que me quedaré con su frase "la poesía no da para más", con todo y su rictus de desasosiego infinito. Me duele sentirlo así y no porque a mí me guste la poesía, sino porque lo que dice es verdad: la poesía ha muerto, al menos como la conocíamos hasta hace unos días. Al carecer de pensamiento, pasado y noción del tiempo, y al poseer fragmentos o carecer de la noción de la otredad, de la falta de conciencia, y un excedente de nubecitas pachonas que arropan los problemas, la poesía ciertamente no da para más. Qué triste.

Y más triste será mañana tenerlo como expositor por última vez. Habrá que esperar a que se anime a volver después de todas las preguntas raras, inconexas, torpes, estúpidas -como la que hice respecto de Paz y las formas nuevas que aportó su obra poética-, tercas y despistadas que le hicimos.

Leí su obra "Obvio al desnudo". Estoy tan obsesionada con su lírica que lo leí dos veces antes de dormir y otra al mediodía. Se ha vuelto mi periódico de las cosas como están y la enciclopedia de los iluministas que por supuesto jamás tendré. Estoy tentada a dormir con él debajo de la almohada para ver si por ósmosis se me pega algo de lo que él hace tan bien: desmenuzar los pros y contras y servirlos como van, aunque él mismo llegue a quemarse como por maldición de algún enterrado dios griego. Es un artista, un pensador y un temerario. Quiero que lo clonen ya.

No hay comentarios: