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miércoles, 12 de agosto de 2009

Marcel Duchamp (Eduardo Milán II)

Día dos: Llegué tarde al curso. Recé como mil padresnuestros al revés y entremezclados con mis tijereteos comunes de las cosas que veo mientras camino para que el maestro Milán no me vea con ojos plomizos.

La razón de mi impuntualidad: fui a inscribirme a Letras. Se supone que hoy me tocaba. Tuve que esperarme media hora hasta que se fuera la lluvia para poder ir hasta la escuela: manejar entre "los boquetes de la gente" con lluvia es casi mortal. Llegué con los dedos hechos cruces y salí con la cara un poco arrugada.

La razón por mi cara arrugada: no pude inscribirme en Letras. Aún no estaba la papelería lista. Vi a todos mis profes reunidos en un salón: han cambiado el plan de estudios y (bendito sea dios) yo sí alcancé talleres. Dicen que entraré una hora más temprano. Si saldré más temprano también, no lo sé. No me importa tanto, lo único que me mortifica es cómo le voy a hacer en caso de que me den materias cercanas a las cuatro de la tarde cuando yo deba impartir clases en otro lugar. Aquí lo bueno es que pasé a segundo año y eso nadie me lo puede quitar. Las cosas se solucionarán solas.

El lirismo no es un elemento definitorio de la poética. Salvados estamos los que no sabemos rimar. El maestro Milán habló hoy de la separación de la realidad del poeta y lo que escribe. Honró discretamente a Marcel Duchamp por ser el único poeta que se "disfrazaba" de poeta para poder lograr sus invenciones. Lo noto disociado y desesperanzado de este mundo de porca. Dijo que falta el elemento de la heroicidad en la poética del artista actual: "Mátense varios, pero cruentamente y bastantitos. Verán cómo da fruto tanta inmolación". Es el adulto más adolescente que he visto entre todos los poetas en mi mediana vida. Quisiera clonarlo y hacerlo llaverito-separador de libros marca ACME para cuando sienta que la Barbie me queda corta cuando una suave brisa de superficialidad, extravagancia y popularidad apenas roce mis mejillas. Llevó sus libros. No traía suficiente para comprarle uno, y el que tengo en mi casa está como para llorarle un entierro. Creo que mañana subastaré deseos inacabados. Con eso segurito que lo compro.

Platiqué con camaradas que le hacen al poeta, como yo. Son chidos. Son hombres. Y también son locos (al igual que yo). Creí haber divisado el mismo extravío en sus ojos. A lo mejor fue que estaba medio dormida: la lluvia seguida por sol y bochorno me incita a columpiarme un rato en los brazos de Morfeo.

Estoy estancada en una reestructuración de tres cuentos venusinos. Odio dormir tanto porque no puedo exprimir mi cerebro.

Por último, celebro la existencia de las letras. No tanto el que una vez más se haga una malinterpretación de las leyes electorales a nivel estatal. Por eso les pondré aquí la cartelera. Más les vale asistir a alguno de estos eventos.

Sugiero dormir con los ojos abiertos: le daríamos miedo al metiche interdimensional que nos observa.

Mando besos a los lectores de este blog. Debo confesar que envidio demasiado a aquéllos que a diario (o casi a diario) me visitan desde California (su ciudad suena a playita), Veracruz, Morelos, Puerto Peñasco (jeje, Mo!), Francia y hasta Cancún (respecto de éste último, hasta le estoy confundidamente agradecida: ¿¿¿¿Quién diantres quisiera leerme en Cancún teniendo esas maravillosas playas????). No saben lo que me pierdo al no estar ahí.

1 comentario:

Moka Hammeken dijo...

Desde Peñasco: ¡Eheee! ¡Saludos! jajaja

"Es el adulto más adolescente que he visto entre todos los poetas en mi mediana vida" Esta frase me cautivó.

Así deberíamos ser todos de arrebatados.

¡AH! (grito ahogado) ¡¡Conozco a una escritora famosa!!...

¡Un beso!