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domingo, 14 de septiembre de 2008

Reflexiones dominicales.

Hace rato me puse a ver unos videos noventeros. De RHCP a REM, pasando por Pearl Jam, Nirvana, Queen, The Doors, ACDC y hasta los mariconcillos de Cold Play. La vida me ha cambiado, bastante. Cuando antes me imaginaba que era parte de las escenas de los videos, ahora soy parte de la escena en la que una mujer de 25 años que mira los videos y se acuerda que quería estar dentro de ellos.

No sé muy bien cuándo aterricé a mi realidad, de lo que sí me acuerdo es que lo hice cuando me sentí segura de que ésta sería lo más parecida a lo que quería tener en mi juventud. Fui una escapista evasionista durante años, siempre busqué un lugar cierto, una realidad más o menos adaptable a mis sueños, para poder "despertar".

No creo en la madurez. Dicen que los que nos dedicamos a escribir (no estoy diciendo si somos buenos en ello o no) tenemos el complejo de Peter Pan. Ya alguna vez mi primo Carlos me lo dijo. Es psicólogo, ahora se hace llamar Alejandro para que no lo confundan con el célebre analista político, Carlos Monsiváis.

Esa vez me indigné. Casi siempre lo que te indigna es lo que sabes que es cierto: te indigna la injusticia porque la estás viendo, del mismo modo que te indigna que te digan tus verdades porque sabes que son ciertas.

Tengo el complejo de Peter Pan. No quiero madurar, crecer o envejecer. Es una lástima que la gente piense "para allá vamos todos". ¿Por qué? ¿Porque nos dedicamos a hacer las cosas que no nos gustan, a veces por sometimiento social, y otras por falta de pantalones?

Encontrarle un lado mágico a esto que llamamos vida es algo que siempre me ha gustado hacer. Cuando la mayoría está mortificada por el fin de sus mundos, yo ando pensando en el amor eterno y en la posibilidad de la inmortalidad a través del arte, o incluso, de alguna fórmula mágica o mística que te lleve a tal fin.

Me caen mal los que se preocupan por mí, por mi estado de absoluta indiferencia ante los cánones sociales. Que se preocupen por sus vidas, yo estoy bien aquí y no he matado a ningún cristiano con ser como pretendo ser. Escribir no tiene nada de extraordinario, es cierto. Pero para mí es lo más importante que pueda haber en este mundo. Pensar es algo sacrílego, pero es lo que me ha permitido entender que la vida es algo más que un montón de reglas y pasos a seguir durante tu estadía aquí en la Tierra. Nunca he sabido de alguien que haya sido enjuiciado después de muerto en este mundo. Y como dice el refrán, "ojos que no ven, corazón que no siente", tengo muy clara la teoría que todo esto de no hablar sola, de no reírte sola, de no pensar por tu cuenta, de no creer en tu propia fuerza, de no inventarte una vida distinta, son puras trampas sociales para que no salgas del montón, para que no sepas respirar el aire que está allá afuera, para que no disfrutes verdaderamente la vida como es: tal y como la quieres tener tú.

1 comentario:

mike dijo...

estoy de acuerdo ;)