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lunes, 15 de septiembre de 2008

¡Viva México!

Sólo por hoy vestiremos de china poblana, haremos chiles en nogada, compraremos banderitas chiquitas, medianas y grandotas, las colgaremos en nuestros coches, en las ventanas de nuestras casas (donde quede espacio… ahí, enmedio de la calca del censo del INEGI 1990 y aquella otra que dice “este hogar es cristiano/católico” – según sea el caso). Sólo por hoy compraremos cuetes a escondidas de polis honestos que nos multarían y de polis mordelones que nos exprimirían la quincena. Sólo por hoy, beberemos del mejor de los tequilas, compraremos Sangrita de la Viuda y pondremos compactos con repertorio musical que va de Pedro Infante hasta remixes reguetoneros, pasando por Chente, José Alfredo y el Mariachi Vargas. ¡Viva México! Gritaremos. ¡Viva Allende!, ¡Vivan Carranza y Madero (¿?)!,¡Vivan los niños héroes (¿¿??)!,¡Vivan los mexicanos y las mexicanas (o al revés, o en neutro. Da igual)!

Soy mexicana y no niego que me gusta el mitote que se arma cada 15 de septiembre. Incluso adoro los puentes estilo California que nos aventamos: vemos a nuestros jefes, maestros o alumnos un día y hasta les sonreímos al terminar la jornada porque sabemos que no los veremos sino hasta pasadas muchas horas de patriotismo etílico-televisado: Lucerito cantando “Guadalajara” y Pedrito Fernández meneándose al ritmo del “Yo no fui”. Las fritangas (cosa que adoro) son las protagonistas. No se diga los fuegos artificiales: estrellas multicolores, la cara del Padre de la Patria y el verde, blanco y rojo en el contaminado cielo de los capitalinos (de todos los estados de la república). Oigo el Himno Nacional y se me “encuera el chino”.

Y como está muy cerca el “delirium mexicanae”, yo me atrevo a pensar: ¿Por qué sólamente se nos ha enseñado a honrar a nuestra patria un sólo día al año? ¿Acaso la parafernalia del 15 de septiembre justifica nuestros orígenes y nuestro derecho a sentirse realmente mexicanos?

¿Y si en vez de celebrar anualmente el privilegio de ser mexicanos –porque sí lo es, a pesar de tanta cosa triste a nuestro alrededor- lo celebráramos los 365 días del año?

No se me asusten. No quiero que hagamos pachanga todos los días. Me refiero a defender nuestro derecho a ser mexicanos: empezar a respetarnos a nosotros mismos y a los demás. Exigir a las autoridades el respeto a nuestra dignidad como seres humanos, con acciones en vez de velitas multitudinarias –que se ven muy bonitas, pero que sirven de poco o nada-. Exigir que el dinero de nuestros impuestos sea destinado a obra pública auténtica, empezando por centros especializados para atender a las personas con discapacidades, eliminando así la falacia altruista del teletón. Exigir que nuestros impuestos fomenten empleos estables y hogares para niños de la calle. Exigir que los pobres, los indígenas y en general todos los marginados tengan para comer bien, y no sólo fideos a la susanita’s style (véase Mafalda). Exigir que las leyes que hay se apliquen de verdad, no comprar libertades ni derechos que sabemos no son nuestros, ni mucho menos permitir que alguien más lo haga en detrimento de nuestra persona.

¡Que viva México, señores! Pero que viva en serio. Vivir el jolgorio del 15 de septiembre, sí. Pero vivir también la dignidad, el respeto y la obligación que tenemos como mandantes de exigirles a nuestros mandatarios cuentas claras y acciones eficaces. ¡Que viva México! ¡Que viva una nueva realidad mexicana! Nunca es tarde para empezar, ¿o sí?

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