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martes, 11 de agosto de 2009

Rescatabilis sunt/est/sum (Milán I)

Me duele la cabeza. Pensar en que vivo en la época del post-mundo me trae vuelta loca con mis ideas. También influye que ha llovido cuando yo no necesitaba que lloviera más en mi aura.

Lo rescatable del día fue escuchar la ironía de Eduardo Milán (los que no estaban enterados, aún pueden integrarse. Las sesiones son hasta el viernes, de 4 a 8:00 p.m. en el Emilio Fernández) de todo lo que pasa en este bendito mundo. Me quedo con la idea de que Da Vinci, Aristóteles y Hegel efectivamente tienen riñones, nariz, ojos, y demás, pero mis semejantes -y semejantes del resto de este mundo- no lo son. Lo de la idea de ejemplificar con una antología reciente de Fabre llamada Divino Tesoro (y para acabarla así se llama un dardo próximo a salir) no: no supe si era en son de burla o en son apologético. Si es en burla, me retracto de lo dicho. Si es lo segundo, pues ya saben cuán testaruda soy. También me quedo con su idea de la realidad y de que el arte se desmorona cuando se le hace la pregunta de la verdad: puede abrirse el aparato del arte -"Hay muy buenos cirujanos, pero, ¿podrá volver a ser igual el arte antes de la autopsia? Es como el pájaro: está el canto. Si luego lo vemos con las víceras de fuera obviamente que jamás será igual", dijo con una naturalidad que llega al borde de la crudeza- pero una vez abierto jamás podrá cerrarse y quedar como antes. Habló del arte que está en la frontera, de sus inconvenientes para los receptores. Habló también de esas preferencias al punto de la histeria del receptor de la poesía, que están "como las novias: sí, pero no, pero sí, pero quién sabe". Es decir, la gente pide que la poesía hable de lo cotidiano y no de conceptos raros, pero sin que caiga en la vulgaridad. Cosa complicada. Creo que como conclusión de la sesión de hoy puedo tomar ésta: "El arte murió a mediados del siglo XIX". ¡Futigom!

Espero que ya llegue el jueves para escuchar a este poeta vanguardista. Dicen que una vez que lo escuchas ya nada es igual. Creo que algo debe ser cierto: los poemas de Milán -al menos los que he leído- son diamantes entre tanta cosa rara que ahora produce la poesía.

También me quedo con el reencuentro de mi profe de la Secu, Francisco De la Peña. Por él me inicié en la onda de expresarme. Creo ya alguna vez haber contado que me subió a su escritorio para que les hablara a mis compañeros como si yo fuera el presidente de México (cuando era más tentador ser presidente que narco o secuestrador, claro). Eso realmente fue chido. Sigue oliendo a cigarros, pero ya no da ni oratoria ni teatro ni español: es subdirector de las Normales de aquí. Qué cosa. Lo vi y me pareció igualito a cuando me daba clases. Luego intenté verme a mí y me di tremendo sustote. En fin...

Todo lo demás vale cajeta. Sinceramente, hoy no ando de muy buen humor que digamos.

Sale, al rato seremos felices. Por lo pronto, un martes templadito se asoma a la ventana. El ventilador no me danzará bailes árabes esta noche, alabado sea Alá.

1 comentario:

Moka Hammeken dijo...

El arte es la vida misma, diseccionarlo ya no es querer ver el arte en si, pero tal vez después de este acto macabro se transforme en otro tipo de arte, con otro significado...

El ave es artista que canta, ya que muere puede ser la obra de otro artista...

Jajajaj, no le hagas mucho caso a mis debrayes.

¡Un beso!