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viernes, 19 de diciembre de 2008

De ballenas y otros casos fantásticos

La semana pasada fuimos testigos de la caridad antropológica-mexicana que poseemos como legado de nuestras raíces: el teletón –esa farsa televisiva que intenta desplazar una obligación de carácter público-administrativo para justificar que el Mostro Manipulacerebros pague menos impuestos ante Hacienda valiéndose del corazón de pollo que uno carga a donde quiera que vamos (con su inseparable ignorancia del procedimiento del sistema administrativo mexicano), usando la discapacidad de angelitos que quizá sí se vean beneficiados, pero no tanto por Televisa y sus compinches, sino por los mexicanos que botean y se ponen la camiseta para resolver un problema que no debería ser problema si se distribuyeran y emplearan correctamente los ingresos públicos- cumplió su meta; Lucerito –esa chiquilla malcriada, otrora bocona prepotente- le canta las mañanitas a la Guadalupana y López Dóriga agotó campechanamente alrededor de quince minutos diarios para exponer la hazaña más importante del 2008: el rescate de una pobre ballena que nomás no sabe que las aguas mexicanas tienen el defecto de la corrupción y de los malos hábitos de quienes contaminan el agua.


Esta semana, la segunda orca salvada forma nebulosas de estertórea y sospechosa procedencia: cierran fábricas, pero las ballenas están vivas.


Ante este tipo de noticias me he puesto a pensar muy seriamente si el país de repente cambió o si fueron invadidos de una brisa decembrina capaz de ocultarnos actos infrahumanos, dignos de quedarse en el silencio soterrado del noticioso…

Mejor ya no veamos noticias.

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