Resulta que con los Óscar a mi me pasa algo similar que con el Superpanzón: me aburre al extremo ver el desfile de estrellas que hacen películas caras, que contaminan el ambiente y que además casi siempre muestran su lado piadoso denunciando lo que pasó en EE.UU. hace un chooorro de años, o bien, lo que sus hijos menores -todos pueblos de incivilizados- les han hecho padecer porque sus habitantes no entienden su gringo y noble corazón. Existen también las de los superhéroes, esos dioses que fabrican porque no tienen credo ni religión.
Cuando era niña, me encantaba ver a las mujeres ataviadas en sus vestidos de organza. Ahora acaso es lo único que de vez en cuando veo, aunque la decepción siempre es la misma: en cuanto abren sus hermosas bocas, las hadas-musas del celuloide norteamericano se convierten en las mujeres más viles, vanidosas, tontas, plásticas, ególatras y hasta racistas.
Los galanes se ven tan perfectos que dan flojera y el conductor-bufón de la entrega en cuestión lo huelo como a res pronta a ser matada por el público: un chiste en falso y ya valió su carrera bufónica.
Curiosamente, el dúo Bradangelina está nominado. A lo mejor es una mera coincidencia. O a lo mejor la coincidencia es la estrategia mediática y estos premios predecididos, merced del ambiente político que impera. A la Pé Cruz la nominaron otra vez porque España es como una hermana y pues de los demás no lo sé porque me da flojera, insisto, ver películas gringas, a menos que sean para niños, de comedia cuando traigo ganas de ver algo más o menos inocuo, o melosonas, cuando debo acompañar a mi carnala al cine...
Mejor me pongo a sacudir mis muebles. Las pelusitas también pueden ser inspiradoras, ¿no?
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Hace 31 minutos
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