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domingo, 12 de abril de 2009

Estimada Isabel:

Deploro muchísimo que usted como escritora ande profanando el dolor de toda una generación -o dos o tres- al decir que América Latina tiene poca memoria histórica. América Latina calla por el temor que causan sus guerrillas, sus descontentos asfixiados con televisión, amedrentamiento político, libros de texto oficiales que llueven mentiras, salud enfermiza que se mira en los ojos de gente en la miseria que no alza la voz porque, como su historia -y la de sus ancestros- les ha dicho, no vale la pena. La vida es lo que se cuida a falta del pan. Es miedo lo que hace callar. Es fatiga generacional. Nunca poca memoria histórica.

También deploro su falta de atención a la política internacional. Es en América Latina donde los gobiernos de la oposición han logrado ganar puestos estratégicos, electos siempre por un sistema falaz -pero bien utilizado, al menos por esta vez- llamado democracia. Busque en Google las palabras Chile, Bolivia, Venezuela o Brasil. Lula Da Silva, Evo Morales, Hugo Chávez, Michelle Bachelet. Le darán información precisa para ver que lo poco que tiene el pueblo latinoamericano de memoria histórica lo han sabido utilizar para intentar al menos cambiar el panorama político social, especialmente en América del Sur.

Supongo que para usted debe ser más cómodo quejarse de lo que no fue en sus tiempos. Nadie le niega el dolor de su familia al ser expulsados tras el golpe de estado que dio Pinochet. Pero tampoco negamos que su novela "La casa de los espíritus" sea una referencia histórica obligada en términos de la perpetuación o transmisión escrita de lo que ha sido la historia chilena -que es parte de América Latina-. En todo caso, podríamos calificarla de un testimonio interno y burgués -de izquierda, pero burgués al fin- de lo sucedido en aquella época. No creo, en lo personal, que su libro me traiga referencias puntuales de los genocidios cometidos en esas décadas, como tampoco creo que su obra pueda ser considerada como un sustento de investigaciones formales, ya que en su mayoría los nombres de los personajes están alterados. Considero más bien, que su libro es una alegoría parcial del dolor nacional que sufrió su país -y los miles de exiliados que como usted salieron a salvaguardar sus vidas- , pero nada más.

Entiendo también su cómoda posición al hablar desde Estados Unidos. Recibir las regalías que tanto esta novela como otras tantas, rosas, dramáticas y sin estructura sólida que ofrezca nuevos parámetros a la literatura moderna -al menos la hispanoamericana- en su casa soleada de San Rafael, California, es el entorno ideal para reescribir las conductas sociales, colectivas y grupales del pueblo latinoamericano que hace mucho tiempo dejó de contactar.

La exhorto, pues, a darse un baño de cristianos empobrecidos que no tienen poca memoria histórica. Ellos sobreviven al recuerdo que les contaron sus padres. Ellos caminan con sus familias destrozadas, desintegradas, frontera de por medio. Usted lo ha vivido. Pero hay millones como usted.

De no querer hacerlo, la exhorto a ocupar el lugar de la recién fallecida Corín Tellado. Tenerla en Vanidades quizá no le recupere la memoria histórica a un pueblo latinoamericano que según usted la ha perdido (a la memoria y tal vez también a usted). Pero sí le mantendrá su casita de sol estilo Barbie Escritora. Eso que ni qué.

2 comentarios:

Marcelo Dance dijo...

Estoy completamente de acuerdo con usted Marlén.
Al lado de Salvador Allende murió su fiel secretaria y amante, y no su esposa, quien se acordó de su marido una vez que se lo trajeron enfundado en un sobretodo de madera.
Es muy interesante tu punto de vista con respecto a esta escritora a la que unos cuantos consideran una verdadera "luchadora" por la libertad y la justicia.
(Permítame reirme: Ja! Ja! Ja!)
Que extraño que viva en los USA y no en el Reino Unido.
Pero pensándolo bien, el clima no la favorecería demasiado...
Saludos!

Marlén Curiel-Ferman dijo...

Gracias, mi Marce, por su buen comentario. Hacía falta una mente pensante por este solitario blog.


Un abrazo, saludos!