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miércoles, 22 de abril de 2009

Señales de pelos

Hace rato llevé en mi auto a un conejo negro. Hace dos semanas, acaricié la cabeza de una gata hermosamente siamés y de ojos azules. Ayer no le dije al perro pinto de enfrente que no me dejara sus gracias en la banqueta.

Señal de que estoy perdiendo la alergia a los animales con pelo (de ahí mi debilidad por las golondrinas y las tortugas... bueno, aparte de otras cualidades de estos animalitos).

El miedo cae cuando dejas de estornudar frente a una criatura simpática que no tiene nombre porque es algo más que una mascota.

Señal de que estoy más viejilla. Y náamás.

2 comentarios:

Marcelo Dance dijo...

De chico me regalaron una tortuga. Animalito que me acompañó hasta casi los 30, pero a esta altura ya estaba en el departamento de mi vieja y no le daba mucha bola que digamos al pobre quelonio.
Pero cierta vez, leí que todo aquel que tenía una tortuga no se casaba nunca.
Por lo tanto regalé mi tortuga a la señora que venía a hacer la limpieza, y unos 4 ó 5 años después me casé.
Para bien o para mal, como diría el guatemalteco que hace letras sobre temas imposibles y que si tuviera el físico de Fito Páez no vendería un solo disco! :D
No sé si te será útil este comentario, pero por las dudas tomá nota...

Marlén Curiel-Ferman dijo...

Mmmh... aún así me encantan las tortugas!!!

Un beso.