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viernes, 17 de abril de 2009

Y llegó un tren loco. Y con él, el cine.

Hace rato estuve en una conferencia titulada "Y llegó el Cine", a cargo de Américo Fernández, un gran conocedor de cine en mi ciudad. El evento fue en las instalaciones del Archivo Municipal, un lugar adecuado para recordar (o mejor dicho, encontrarnos con) los orígenes del cine.

Dos semanas atrás, leía un artículo de Eduardo Thomas en Día Siete (no. 450) sobre la importancia del cine experimental, y recuerdo que lo primero que se me grabó fue el párrafo inicial, porque habla del impacto que tuvo aquel cortometraje de los hermanos Lumière en el que se muestra a un tren que va a toda marcha hacia el público. El autor decía que a pesar de ser una imagen bidimensional, la gente entró en pánico y salió de la sala de proyección.

Bueno, para que vean que yo tenía ganas de verlo y que mi mente es muy poderosa (o que soy una suertuda pocamadre a la que la vida le regala cosas chingonas), ahí tienen ustedes que Américo tuvo la genial idea de mostrar precisamente ese cortometraje con el plus de llevar a un pianista de carne y hueso para que hiciera la música de la época del cine mudo. O séase que entre Gerardo López (el pianista -saludos, Gerry-) y Américo, aquello fue durante veinte minutos la sala de cine que muy probablemente Fina y Lupe presenciaron en sus años mo(co)zos. La verdad es que sí es impactante. Digo, ya realmente uno no cree que pueda pasar nada si lo ves sin tantos efectos de ambientación. Pero si logras imaginarte que estás ahí, en un siglo que apenas despierta, carente de toda la información iconográfica que ahora existe, en un pueblucho de porka en donde no pasa más que el coyote, sí sientes como que la máquina te devorará apenas llegue a su punto final.

Presentó algunos extractos de personajes que hicieron magia a través del cine. Hubo un señor -les debo el nombre- que hacía actos de magia valiéndose de las imágenes en transición y se cortaba la cabeza una y otra vez hasta colocarlas en columnas y hacer que todas platicaran con él, quien aún conservaba su cabeza bien ajustadita al cuello. En otra secuencia, también sale el mismo señor reproduciéndose ocho veces, y en cada una de ellas tomaba un instrumento distinto hasta formar una orquesta, con todo y director. Estaban tan bien hechas las tomas que me cae que ni George Lucas habría logrado tales efectos.

Luego nos transportó a las diferentes etapas del cine, sus diferentes tonalidades en cuanto a perspectiva y usos, que fueron desde la instrospección austrio-alemana hasta la creación del maravilloso Charlot de Charles Chaplin, personaje entrañable que refleja la dignidad de un flemático en la miseria, producto marginal londinense que a pesar de jamás haber sido rico tiene los modos de quien valora sus propios movimientos.

Pasaron también una Juana de Arco muda y muchísimo más impactante que cualquier otra versión posterior, y el Acorazado Potemkin, de Serguéi Eisenstein. Qué cosa, de verdad que jamás había visto una película de cine mudo con tanta carga en la trama y en la trasposición de imágenes, las cuales son repartidas en secuencias caóticas que contraponen los valores negativos y positivos de un mismo eje. Por ejemplo, hay una escena en donde una madre carga a su hijo malherido tras haber sido pisoteado por accidente en un caos que se desata cuando el ejército trata de meter en cintura al pueblo; ella camina retando al ejército mientras el resto de las personas se arrinconan o se pegan contra los muros para evitar ser fusilados. Al final, el ejército -que en palabras de Américo jamás tiene rostro por ser un ente colectivo sin identidad propia, a diferencia del pueblo, que es retratado minucisoamente y cara a cara por el director- la mata, con esa erosión de sentimientos que muy pocas veces se logra ver en el cine actual.

Verdaderamente fue un placer escuchar a Américo durante casi dos horas. Nos llevó de la risa al estertor con tantas imágenes mostradas. Y de paso -al menos yo- aprendimos cosas nuevas del cine. Sinceramente, y pese a que me puedo considerar una cinéfila no tan peligrosa como melómana, reconozco que me gusta ver las películas por su arte, pero la mayor parte del tiempo ignoro nociones precisas como las que Américo tuvo a bien mostrarnos hoy, como lo de las imágenes antitéticas -el ejemplo que puse arriba es una de ellas- que muestra la película rusa que iniciaría el movimiento cineasta de corte revolucionario.

Al salir, un Charles Chaplin interpretado maravillosamente por Homero Craig (saludos, Homer) no paró de tomarse fotografías con los asistentes, quienes agradecían al conferencista las buenas dos horas que nos dejó en una tarde de juevecito chido. De pilón, nos dieron vino blanco y pues ahí se prestó el lugar pa' saludar a otros miembros del Club de los Imposibles -del cual formo parte, obvio-, como Víctor Mendoza, Carlos Klein, Cirilo Recio y Paty Gutiérrez Manzur (directora del Archivo Municipal), entre otros.

Me gustaría que cosas como éstas siguieran dándose en mi ciudad. Y me encantaría ver a más gente de otros puntos de mi Saltillo que ha crecido como el Borras asistiendo a ellas, porque realmente vale la pena desenchufarse de la jungla del asfalto (como dice Livio Ávila) para ver imágenes de alguien que soñó que su sueño lo superaba.

Y este post va dedicado a las coincidencias cósmicas, pues resulta que ayer 16 de abril, Charles Chaplin cumplió 120 años de haber nacido. Y mi abuela Lupe cumpliría años el día de hoy.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Órale, Marlén. Me hubiera gustado asistir a la charla y ver esos filmes. A mí me platicaron de la anécdota del tren de los Lumière. Es comprensible que un hombre de la era actual, como yo, quede impresionado con tal comportamiento y hasta juzgue de ingenuo tal temor por el video. Pero, como lo explicas muy bien, es comprensible que pasara esa reacción en ese tiempo. ¿Qué pasó con la estupefacción por las faldas femeninas, por ejemplo?

Y vaya sorpresa que me llevé cuando citaste lo de la jungla. Muchas gracias por recordar mis palabrillas.

Como amante de los libros que eres, te recomiendo que escuches, pero enseguida, la canción "The Booklovers" de Divine Comedy (si es que no la conoces). Tienes "playlist" en tu blog, así que con ese servidor busca la canción. Me dices qué te pareció. Un abrazo.

Livio

Anónimo dijo...

Por cierto, tienes razón en que los "rudimentarios" efectos visuales de antaño, si bien rudimentarios, son bastante novedosos para su tiempo. Como dices, ya no nos hacen tantas cosquillas como los de ahora, pero qué grandeza la de entonces. Pongo de ejemplo el filme de "Alice in Wonderland" (de principios del siglo XX), donde, aunque limitadamente, lograron que Alicia creciera ante la cámara. Técnicas "nuevas" que precedieron el cine actual. Añado esto porque es uno de mis libros favoritos. Y sigue pendiente la canción. Au revoir!

Marlén Curiel-Ferman dijo...

Petición cumplida, mi querido Livio!

Hay un video de un grupillo de rock ochentero en donde sale alicia hecha pastel y se la comen todos, acá bien nasty, lo ví cuando tenía 5 años y no se me ha olvidado. Luego te digo cómo se llama la rola.

'Amos a la confe de don Pitol...! :)

Marlén Curiel-Ferman dijo...

La hallé! Mirá Livio, es de Tom Petty And The Heartbreakers y se llama "Don't Come Around Here No More"

http://www.youtube.com/watch?v=b5H0wUo37RY