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lunes, 19 de enero de 2009

Eits!

Llegué a las cinco y media y lo primero que oigo es a Gracielita que me dice: "¿Te cortaste el pelo igual que yo? Ahora te pareces a Blanca Nieves". No pude dejar de recordar a mi carnal, quien el día de mi cumple me dijo, sacando una manzana que traía en su mochila laptopera: "Toma esta manzana, Blanca Nieves"...

Luego, subí las escaleras. Me dolía la cabeza porque el palomo me dió un susto de aquéllos al parárseme en pleno Luis Echeverría. Mentadas y estupor mío... ¿En qué iba? Ah, sí, en la subida de escaleras. Llegué bien bofeada. Se nota que el maratón navideño estuvo bueno.

Arriba, me dijeron "qué milagro", y de inmediato empezó la sobadera a mi cabeza. La opinión se dividió en dos: los que aprobaron mi rasurada y los que dijeron que había cometido un error. A ninguno de los bandos les hice caso: el pelo está cortado y después crecerá.

La tarde estuvo huevona. Los profes andaban cansados. Si acaso, el único profe que me levantó la pila fue mi profe de redacción: él siempre nos lleva cosas para leer, siempre nos motiva a conseguir libros para no perder el tiempo en este mundo extraño y robotizado. Nos dijo que haremos reseñas. Y de inmediato sacó su publicación "La Terquedad", una especie de revistita hecha a tabloide completo, con una cenefa que dice "paliacate literario". Está bien mona, y el contenido está bien ampulosote y bien rebanoso. Dice verdades que hacen que se te dispare el dolor de cabeza -como el que ya traía- pero de una manera tan deliciosamente irónica, que al menos yo no pude dejar de reírme.

Luego, nos recomendó un libro: Cómo hablar de los libros que no se han leído, de un tal Pierre no sé qué (ahí me di cuenta que me falta ya graduación para la miopía). El librito habla de que los seres humanos hemos retrocedido a la etapa da la iconografía y la oralidad, siendo ésta última la fuente principal de la adquisición del conocimiento y absorción del tema central de una obra literaria.

O séase, e infártese de una vez, amigo lector: La gente ya no quiere leer. Y cuando dice que lee, miente, pues sólo habla de las obras literarias por lo que ha escuchado, mas no por lo que ha leído.

Y mi maestro nos remata con estas 4 frases: "La gente habla mucho, pero dice puras pendejadas"; "Podrán acabarse los lectores, pero los escritores no"; "Los escritores no nos leemos entre nosotros mismos"; "La gente ya se hartó de las pendejadas que se editan, por eso recurre a la literatura clásica: no está dispuesto a seguirle el jueguito a los ganadores de becas estatales o nacionales que lo único que hacen es fabricar bodrios". Pedradas al corazón de Safo y de todos los que nos hemos dedicado a partirnos la madre leyendo obras que otro menso reseña sin saber de qué fregados habla.

Estar con ese profe siempre te da algo alentador: aunque negativo, él siempre busca la manera de revertir esta obscena situación sociocultural en la que nos hallamos inmersos. Es una persona de carácter difícil, lo sé. Pero nada más por él me quedé hasta las diez: la migraña ahora sí por poco hace que choque.

Pero llegué a urgencias (mi casa) y ahí todo cambió.

Y pues así empezó la semana: unos bien y otros no tanto, algunos todos extrañamente felices y otros los mirábamos con cara de "¿de qué te ríes, pendejo?". Pero en general fue bueno regresar a mi hogar temporal y adoptivo.

Les dejo en el post que sigue un texto que me dio harta risa. A lo mejor nos explicamos un poquito más por qué la literatura actual anda tan rarona. Aunque yo no sea la mejor autoridad para respaldarlo.

Pero me vale.

Un abrazo, feliz día obamesco.

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