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lunes, 19 de enero de 2009

Proclama del tallerista rebelde

Por Jesús de León Montalvo

Una noche llegué a mi casa y, para enorme horror de mi parte, encontré en el portón una carta con un puñal. No digo: "una carta encajada en el portón con un puñal" porque, para empezar, el portón de mi casa es metálico y el puñal al que me refiero era un monillo de 18 años, a quien en varias ocasiones había visto rondar lo mismo por la Zona de Tolerancia, por los cafetuchos de escritores y en las presentaciones de libros (a veces servía y a veces era servido), pero esta vez no sirvió ni pa'l arranque.

En cuanto me vio, empezó a entrechocar las rodillas, se puso a sudar y me entregóm temblorosamente, una carta, diciendo:

-Le jujujuro que yo no sé nada.

Y echó a correr.

No me extrañó que dijera eso, puesto que había sido alumno mío en la Escuela de Letras y yo lo había reprobado tres veces. Lo que me extrañó fue que ahora anduviera de mandadero.

Y el colmo, en cuanto abrí la carta, descubrí que era un anónimo.

No, no era una amenaza de muerte, ni decía que mis días estuvieran contados (de lo contrario la misiva estaría acompañada de un calendario), era algo mucho peor. Era una declaración de guerra. No necesariamente contra mí, aunque yo fuera su primer destinatario, sino contra todo escritor serio, todo lector inteligente y, en general, contra la buena salud de la literatura. Se trataba del equivalente literario de la bomba del edificio de Oklahoma.

¡Y pensar que para recibir esto me dediqué a coordinar talleres literarios! Ahí supe lo que sintió Jesucristo cuando Judas lo besó. Tenía en mis manos una parodia de proclama, que hasta al subcomandante Marcos le hubiera dado vergüenza firmar (con todo y pasamontañas).

No someteré al lector a la tortura de hundirse en detalle en un fárrago semejante. Me limitaré a presentar, de una manera sintética y corregida, la esencia de lo que semejante gorila con peñola intentó a balbucear. Al final, gracias a este trabajo de revisión y edición de la misiva, y pese a los esfuerzos de su autor por conservar el anonimato, supe de quién se trataba. Pero no diré su nombre, al fin y al cabo ya tengo su domicilio.

Así que ahí les va el golpe:

1º Escribir es fácil.

2º No es necesario leer para escribir, porque uno se contamina.

3º ¿Faltas de ortografía? ¿Sintaxis? ¡Bah, uno puede contratar a alguien que lo haga! ¿Acaso no existen computadoras con programas?

4º ¿Reescribir? ¡Hombre, tanta flojera que da hacerlo la primera vez!

5º ¿Cómo que el cuento no salió a la primera? ¡Si me la pasé piense y piense por semanas y lo escribí en quince minutos!

6º ¿No les gustó o no me entendieron? ¡Ah, es que mi estilo es muy particular! La claridad es para los periodistas, yo soy un artista.

7º ¿Tiempos verbales? ¿Punto de vista del narrador? ¿Planteamiento, nudo y desenlace? Vamos, eso déjenselo a los críticos, que por algo son eruditos. Yo soy creador y los creadores somos espontáneos.

8º ¿Partir de mí mismo? ¿Está loco? ¿Qué pensará mi novia? ¿Qué dirán los vecinos? Uno debe tratar temas trascendentales y originales, no andar dando lástimas.

9º Claro que quiero dedicarme en cuerpo y alma a la literatura, pero no por eso voy a desuidar mi trabajo, mi familia, mis reuniones de los sábados con los amigos, mis domingos de futbol, mis vacaciones en la playa... Una vez atentidos todos esos asuntos, le dedicaré a la literatura todo el tiempo que quiera. ¿A poco cree que me la voy a pasar encerrado todo el día? ¡Ni que estuviera leproso!

10º ¡Dejémonos de místicas! Todos sabemos qué hay detrás de la celebridad de los grandes escritores. Mucho blof, mucha publicidad, buenas relaciones y uno que otro truco de estilo más o menos atrayente. Porque esos tipos se dan la gran vida. ¿O no?

P.D. Señor coordinador, tengo el gusto de anunciarle que voy a mandar a la mierda su mugroso taller. Acabo de entrar a otro donde el coordinador me ofrece, por la módica suma de quinientos por semana, convertirme en otro Carlos Fuentes en menos de un año. Y hasta me da un diploma de futuro Premio Nobel garantizado. Cuando le pregunté a usted, me dijo que no me anduviera creyendo de escritores que no hubieran ido a Checoslovaquia para saludar a Sergio Pitol o que por lo menos hubieran publicado en la revista Vuelta (aunque fuera una pinche reseña) o trajeran consigo un original de puño y letra de Octavio Paz (aunque no fuera una carta dirigida a ellos y se tratara de la lista del mandado). Así que, por lo que a mí respecta, usted no es nadie.


ATENTAMENTE

Yo, futuro Premio Nobel

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