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jueves, 2 de octubre de 2008

Píntate... de colores...

El miércoles fue diferente a otros días: sorda del oído izquierdo (en neurolingüística dicen que es que no quieres escuchar algo o a alguien; en medicina alópata, que traes el conducto inflamado) y con mil cosas por hacer, me di el lujo de reabrirme a la pintura.

Siempre me ha gustado pintar. De niña era la cuarta de mis actividades favoritas. De grande, otro canal para expresar mi perspectiva personal. En la familia Carrillo, decían que había sacado a mi primo Carlos, cosa que Darwin hubiera desechado, porque la genética se transmite a través de las generaciones, y no entre ellas. Yo prefiero pensar que lo heredé de mi abuelito Pancho. Él si fue un pintor de verdad, alumno de Rubén Herrera.

Amo los colores, físicamente hablando. Si pudiera, me los comería, lo juro. Creo tener un deseo incierto -por lo costoso- de algún día tener todos los colores habidos y por haber en todas sus presentaciones, desde óleo hasta crayón. Y luego, comérmelos -ahí viene lo imposible: no tengo panza de chivo-, para verme como los camaleones, es decir, de colores. Me gusta dibujar la figura humana. Creo que tienen más puntos de referencia y explosión a la hora de pintar que cualquier paisaje. Su lectura puede ser en varias líneas, porque no sólamente implica el trazo perfecto de su anatomía, sino el reflejo de un pasaje del alma en ese momento.

Debo confesar que tuve un sueño guajirísimo, el más guajiro de todos. El mismo año que me gradué como avocata presenté examen de admisión para la Escuela de Artes Plásticas. Lo consulté con la almohada como tres meses, porque se me empalmaba con letras españolas y yo quería estudiar ambas -megalómana, la muchacha-.Finalmente me decidí a presentar en Martes Plásticas. Fue terrible. Empecé a las ocho y salí a las cuatro de la tarde. Me pusieron examen teórico: Historia del Arte, Apreciación del Arte, Teoría de la Estética, etc., etc., etc. Valga advertir que no me dieron mas que una pinchurrienta hoja con los temas a estudiar. Lo demás corría por mi cuenta.

Una vez terminado el examen teórico, pasé al práctico: claroscuros, figuras empalmadas, trazo sin despegar el lápiz, dibujo de una figura humana que se movía como si tuviera chincuales: el reto era dibujar cada uno de sus movimientos con la mayor precisión posible y sin mirar el cuadernillo. Luego, dibujo abstracto, dibujo de panorámica en 30º y 60º, paisajes lineales con cuatro elementos, a escoger: plumines (viles pincelines, los pintores luego sacan también sus tecnicismos muy cachés), crayón tipo pluma, lápices 2B, 3B, 1a y 4B y pluma de punto fino.

Hasta ahí estuvo bien la cosa. Lo estresante empezó después: modelaje en plastilina. El horror total, olvidé comprar un artefacto que es como un cuchillo para untar mantequilla pero más delgadito, así que usé una regla para hacer una esfera, un prisma cuadrangular, una pirámide, un cilindro, un cubo, una figura humana y otra figura de cualquiera de las anteriores, a mi elección, para de ahí formar una especie de maqueta conceptual.

Lloré por dentro, lo juro. Odio moldear plastilina, soy mala para hacer figuritas. Y no se me ocurría nada. Acabé por ponerme a mí misma (de violeta, claaroo, con pelos rojos, por supuestooo) recargada en el prisma cuadrangular (la mona no se sostenía ni sentada, cá.), sosteniendo la esfera (a la que le pegué un mapamundi bien chingón, a escala), con una pirámide psicodélica y el cubo mentado sostenido en uno de sus vértices, dando a entender que la Tivi Soks. El cilindro lo hice árbol y la figura aparte fue un sol con picos raros...

Me sentía mareadísima. Una señora salió primero que todos porque ya llevaba todo hecho. La vieja tramposa nomás amasaba plastilina y decía "Ay qué cansado está esto" y luego sacaba una barbie bien pechugona y un cilindro mejor que comprado en supermercado. Yo nomás la veía con ganas de echarla de cabeza, pero luego pensé "¿qué gano con eso?". Y me dediqué a hacer mis monitos.

Fui de las últimas en acabar. Cuando salí de ahí, juré que no entraría a la escuela, porque la disciplina por horas y horas y horas no es lo mío. Pasé el examen en el lugar 11 de 35, nada mal creo yo. Pero no me inscribí.

Creo que me dije tan en serio aquella vez la frase de "esto no es para mí", que sin querer me condicioné mentalmente. Eso fue hace dos años, y ayer miércoles pude, por primera vez, tomar un lápiz y las pinturas para dibujar y pintar mantas para lo del evento que habrá mañana en la skul, con motivo del 40 aniversario de la matanza de Tlatelolco.

Como un ritual -de esos que suelo hacer-, dibujé la misma V de la Victoria que dibujé hace 10 años. Le puse mi carga de 120 meses de eventos en mi vida, de ideas maduradas e igualmente rebeldes que la primera vez. Le puse el sentimiento de ver a mi gente y yo nomás parloteando. Le puse las gracias por estar estudiando lo que quiero y quise. Ser pintora era un cliché de niña bonita, ser escritora, mi máximo en este mundo.

Pero los colores regresaron a mi vida, literalmente hablando. Me ayudó mucho reencontrar esa parte manual de mí misma. Creo que mañana sacaré mis pinturitas para ponerme a hacer algo chido, ahora que traigo el switch en crear sobre papel.

Si van a conmemorar el 2 de Octubre, enójense sí, por tanta impunidad. Pero préndanles una velita y mándenles luz a los jóvenes héroes de aquella vez. Es un mejor regalo para esas almas.

Un abrazo, Pax et Bonum.

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