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miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Y qué ha pasado con los Jóvenes y Periodistas de 1968?

Lo escribí en Marzo del 2000, para la materia de Análisis de la Información, en el ITESM. No sé si tenga aspectos conjugables en la actualidad, pero creo que el movimiento del 68 y su masacre son algo imborrable para la memoria colectiva del México post-modernista.



¿Y qué ha pasado con los Jóvenes y Periodistas de 1968?

A cinco años de Tlatelolco: un artículo del escritor Octavio Paz; un escrito que evoca entre sus líneas esos recuerdos que manera social (en donde bien podría ubicarse lo intelectual) y política han repercutido en la vida de un país cuyo Sol apenas indica las doce del mediodía... un escrito que habla de la expresión de la gente (la que estuvo ahí, la que luego intentó reavivar lo vivido) : esa expresión que se manifiesta en la necesidad de hablar, de dejar un testimonio, ya oral, ya escrito de aquel 2 de Octubre de 1968. Un autor que refleja el sentido o connotación (lejos de la percepción meramente etimológica) que le da a la palabra escritor, a la palabra poeta, novelista, cronista.

Ciertamente lo que Paz deseaba era, en cierto modo, venerar con sus letras aquel intento de cambiar muchas cosas políticas y sociales; y por otra parte, el rendirle un homenaje a las personas que se dedicaron a expresar de manera escrita los testimonios de la gente que estuvo allí. Y de esta manera nos encontramos con que alude a la capacidad de Elena Poniatowska de transmitir los sentimientos de los mismos, de sus propios sentimientos: Octavio Paz comienza a comparar las diversas maneras que un escritor tiene para expresarse, basándose en el arte de escuchar. Así pues, dentro de este escrito se desplegarán dos aspectos muy importantes a considerar: el primero se refiere a la manera en que la sociedad, pero primordialmente los jóvenes de aquella generación que participaron en dicho movimiento de rebelión, fue afectada en los aspectos sociales y políticos, y de qué manera esto ha matizado su percepción y acciones hacia el cambio que propugnaban. El otro aspecto será pues, el papel que desarrollaron los periodistas para intervenir de manera social y política, a raíz de este proceso que marcó una pauta para la transformación social: es decir, las opiniones que han hecho a raíz de este suceso, y su posterior aportación a la sociedad.

Bien es sabido que tras ese día la percepción para los estudiantes y jóvenes en general que participaron en la rebelión no fueron iguales, tanto en lo social como en lo político: para muchos de ellos el “cambio” se ha visto lleno de impunidad y de contrariedades políticas y sociales... han sufrido en carne propia el gran esfuerzo que el tan llamado “proceso de transición” ha requerido.

Jorge Camil apunta que “muchos aceptan al 68 como el nacimiento de la democracia mexicana, pero no todos”. Y dentro de éstos cita a Héctor Aguilar Camín: “cansado de las invenciones sobre 1968”. Cansado de saber la leyenda de que el 68 “desató el proceso de democratización del país”.

“Lo que no es una leyenda es que la noche de Tlatelolco desató la descomposición del sistema político mexicano. Por un cuarto de siglo, la contundente represión estudiantil compró la paz de los sepulcros y la paseó como escarmiento a lo largo y a lo ancho del territorio nacional, hasta que el espectro de la violencia se encarnó nuevamente en el engendro de la guerra, en enero de 1994”, culmina Camil.

Del mismo modo, Raúl Jardón, en un artículo publicado hace dos años en relación a este asunto, expresó que “...si en aquel tiempo la represión abarcaba a la mayoría de los movimientos sociales, fueran los ferrocarrileros, los médicos, los campesinos, los electricistas, los maestros y, desde luego, los estudiantes, ahora podemos encontrar una represión selectiva que no por más encubierta es menos violenta”.

Sin embargo, existen otros que intentan ver los aspectos positivos, las cosas buenas que resultaron de aquel genocidio. Prueba de ello es la opinión de Luis Hernández Navarro, quien dijo que a pesar de que “El 68 es para mí un violento recordatorio de cuánto sigue pendiente, de los reclamos, de los sueños que se fraguaron con sangre entonces(...) de que continúan pendientes ni más ni menos que el proyecto de país, la justicia social, la democracia y el conocimiento de unos y otros en sus diferencias; y todo esto hoy se llama Chiapas, se llama comunidades indígenas, alternativa democrática(...) Sin embargo, se ha ganado conciencia, sociedad civil.”

Se puede deducir entonces que los jóvenes del 68, ahora con treinta años más en su haber, intentan encender la llama de la conciencia entre la población, una llama que permita la edificación de un país con cimientos democráticos, en cuyas vigas recaiga una cultura civil que evite que la democracia se desmorone. César Tirado Villegas afirmó el pasado 2 de Octubre del 98 que “los líderes y activistas del 68 que sobreviven en la lucha esperan una generación de relevo capaz de comprender por qué el sistema permite ahora que todos se expresen en medios de difusión, que sepan lo que pasa en otros países, pero que no tienen la menor idea de lo que sucede en sus colonias y en sus escuelas. Quienes ahora tienen 20 años poseen más inteligencia e información que la generación precedente pero también son más egoístas, se sienten más solos y no entienden cómo empezar a ser oleada”.

Y al igual que aquellos jóvenes sufrieron, analizaron y siguieron de cerca los cambios realizados a partir de aquella masacre, los periodistas (en especial los cronistas) e historiadores, comenzaron a elaborar toda clase de textos que hicieran referencia a este hecho. Su propósito, para algunos, era (y quizás en la mayoría de los casos siga siendo), el mismo que el propósito idealista de los jóvenes sesentayocheros: concientizar a una sociedad para que exija que se le respeten sus derechos, para que realmente se le tome en cuenta en la vida política del país. Para que se les reconozca.

Así se pueden presentar opiniones como las de Carlos Monsivais, quien en una entrevista otorgada con motivo de la publicación de su libro En pie de guerra, afirma que “es necesario que los jóvenes actuales conozcan su realidad política y social, mismos que atañen no sólo con el fin de que los derechos de nuestra sociedad sean tomados en cuenta”. Carlos Monsiváis afirma que “en parte, el desconocimiento entre las actuales generaciones de las características y alcances del Movimiento Estudiantil ha contribuido en la formación de una cortina de humo que desde entonces los distintos gobiernos cómplices han pretendido tender sobre esos sucesos, pero también porque, por lo general, el único antecedente que muchos jóvenes tienen del Movimiento Estudiantil es la película "Rojo Amanecer", dirigida por Jorge Fons y actuada por María Rojo y Héctor Bonilla(...) Por cierto que resulta curioso que después de estar prohibida ahora hasta pase por horario estelar en Televisa, la misma compañía que cuando era Telesistema Mexicano atacó a los muchachos, los calificó de vándalos, delincuentes, extremistas peligrosos, apátridas y hasta mugrosos. Como ahora consideran ese movimiento ya no representa un peligro para los intereses que defienden, lo pueden utilizar hasta para pasar sus comerciales.”

También José Revueltas, opinó hace algunos años que “Es cierto que la tragedia de la Plaza de las Tres Culturas arrojó inicialmente muchas víctimas inocentes y muy pocos culpables. Sin embargo, a 30 años de la masacre la historia revela como verdadero culpable a un sistema político desgastado e incapaz de dialogar con el pueblo. Por esta razón, el Movimiento Estudiantil de 1968 sí les incumbe directamente a las nuevas generaciones, por la misma razón que les incumbe a las no tan nuevas; porque el Movimiento Estudiantil del 68 está vivo en la lucha diaria de los mexicanos por seguir ensanchando sus libertades democráticas, todavía no lo suficientemente abiertas, pero que son un poco más amplias a las que existían en 1968, cuando la sociedad mexicana estaba entrampada en un autoritarismo brutal que todo lo ahogaba.”

Así, y del mismo modo en que los jóvenes del 68, muchos periodistas e historiadores aún continúan en su propósito, que, lejos de desear el reconocimiento del desarrollo de su profesión, está totalmente centrado en el anhelo provocado por el fuego inextinguible de un país realmente democrático. “Democratización”, afirma Paz, “es la síntesis de las aspiraciones populares del 68.”

De esta manera pudimos concluir que realmente Octavio Paz estaba en lo cierto al hablar de dos temas tan importantes como lo son el movimiento social y político de 1968, y la capacidad que los escritores deben de tener para sentir ese vibrar de una sociedad mexicana que ha vivido tantos infortunios en aras de una sociedad mejor, ya que si las personas que estamos, de un modo u otro, participando activamente en la vida de nuestro país no estamos enteradas del todo de los hechos que han ocurrido en el devenir de todos estos años (mismos que sólo podían ser “transferidos” gracias a la magia de la pluma de historiadores y periodistas), difícilmente se podría llegar a una edificación de una sociedad realmente integrada.

Sin embargo, algo que sí fue notorio, fue la pérdida de la línea del razonamiento entre los dos párrafos del artículo del autor: Octavio Paz nos introduce a un ambiente socio-político con el suceso de Tlatelolco, pero más adelante nos adentra a las capacidades de Elena Poniatowska y los requisitos que un escritor (del estilo que fuere), debe de reunir para transmitir sus sentimientos y los sentimientos del otro. Si bien es cierto que todo se relaciona con el suceso de Tlatelolco, pues habla del libro de Elena Poniatowska que se refiere al mismo tema, creemos que hace falta una especie de eslabón o vínculo que conecte la generalidad con la que maneja al hecho del 2 de Octubre de 1968, con las particularidades de las que son objeto sus opiniones hacia la escritora.

Pensamos que este artículo tiene una trascendencia de carácter social, simplemente porque habla de un hecho que ya está implícito en las causas por las que muchas veces se han tomado y se siguen tomando decisiones relacionadas con nuestro país: no podemos dejar pasar por alto las tantas arbitrariedades de las que hemos sido objeto tantas veces por nuestro gobierno; no podemos exigir nuestros derechos, si en nuestras mentes no integramos sucesos que realmente atañen y constituyen los antecedentes históricos de una nación. Tampoco podemos eludir la magnífica labor que muchos escritores mexicanos han realizado a favor de nuestra sociedad.

Creemos firmemente que, en la medida en que los jóvenes de esta generación atendamos a las opiniones, testimonios e ideales de las personas de aquellas generaciones, México cambiará notoriamente. Y no se trata solamente de centrarnos en un solo hecho, como lo es el de la matanza del 2 de Octubre, sino en todos y cada uno de los mismos que componen el pasar de los días de una nación, y que por lo tanto forman parte de la vida histórica de la misma.

1 comentario:

J dijo...

Si eres mexicano desde pequeño habras tenido la oportunidad de leer en calles, carteles, libros, la frase "El 2 de Octubre no se olvida", aún soy de la generación cuyos padres y tios pudieron contarle de viva voz lo sucedido, pero creo que debemos empezar a cambiar esa frase por algo afirmativo a una pregunta para las nuevas generaciones "¿Conoces el 68?"...

-J